Después de la muerte de Leonardo, y al haberlo estipulado así en su testamento, algunos libros, todos sus cuadernos de notas, dibujos y otros papeles, que reflejaban cabalmente su obra y pensamiento, quedaron bajo la custodia de su fiel discípulo Francesco Melzi.
Melzi, quien, consciente de la magnitud de la obra del maestro, se entregó a la ardua tarea de ordenar y catalogar las miles de hojas con anotaciones y dibujos de diversa índole, escritas por ambas caras, salpicadas de numerosas ideas, dibujos y bocetos. Objetivo que logró satisfactoriamente, en la tranquilidad de su hermosa villa en Vaprio d'Adda, una localidad cerca de Milán, lugar a donde llevó su valiosa herencia, dándole al legado de su maestro una unidad bastante notable, utilizando para ello, un criterio lógico y simple. De lo recopilado, el resultado más coherente y terminado fue su "Tratado de la pintura", cuyo contenido se transcribió, años más tarde, a lo que se llamó el Códice de Urbino, conservado hasta hoy en la biblioteca del Vaticano.
Lamentablemente, lo que parecía ya seguro en manos de Melzi, comenzará a fragmentarse, lentamente, a partir de su muerte, acaecida en 1570, cuando sus bienes se reparten entre sus 5 hijos. Orazio Melzi, uno de ellos, fue quien se quedó con la totalidad de los cuadernos y papeles ordenados por su padre, pero ignorando el valor de estos y no sabiendo que hacer con ellos, los amontonó en una bodega, donde permanecieron deteriorándose.
En algún momento fueron hallados por Lelio Gavardi, preceptor de la Casa Melzi. Como juzga muy bien la importancia del descubrimiento, piensa en la manera de llevarse parte de este tesoro. Así, al poco tiempo, logra sustraer 13 manuscritos. Con el plan de obtener algún beneficio económico, intenta venderlos a algunos personajes notables, pero fracasa en varias oportunidades. Ya preocupado, y a causa de la intervención de un tercero, decide devolverlos. De esta forma comienza el ir y venir de los documentos y otros más, a manos de distintos interesados e inescrupulosos que se habían enterado del importante hallazgo, generándose la ya mencionada y ominosa fragmentación, y la inexorable dispersión de lo laboriosamente conseguido por Francesco Melzi.
Los destinos de los manuscritos fueron tomando, con el curso del tiempo y las circunstancias de la historia, diversos caminos. Hoy los principales manuscritos de Leonardo se encuentran repartidos por varios países. En Europa se distribuyen entre Italia, Francia, Inglaterra y España. Y en el nuevo mundo, podemos hallarlos en Estados Unidos. En tanto hojas sueltas están aún dispersas en distintos lugares del Viejo Continente.
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